Wallâda Bint al-Mustakfi

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[siglo XI] – Wallâda bint al-Mustakfi fue una de las personalidades más sorprendentes de la Córdoba que se debatía en medio de unas luchas sociales que llevarían al ocaso del Califato andalusí.

Representa la libertad y la osadía de una mujer andalusí. En la Córdoba del siglo XI en la que se inicia la decadencia, tras el esplendor de la época califal, esta caída caída se va a contemplar dramáticamente en aquellos años turbulentos. En medio de aquellos turbulentos tiempos de guerra civil, donde Córdoba no sólo va a ir perdiendo sus grandes palacios  de Medina Azahara o de Medina Al-Zahira, sus grandes bibliotecas, sus barrios más nobles… Wallâda, sin embargo, va a brillar con luz propia. Escribe Teresa Garulo que «su cultura, su belleza y su encanto atrajeron a sus reuniones a los poetas y escritores más importantes de su época que buscaban su agradable compañía, pues a su inteligencia se sumaban su nobleza y su irreprochabilidad».

Al-Maqqarî, que recoge una completa antología de poetisas andalusíes, afirma que lo hace para «que se sepa que la superioridad literaria en Al-Andalus es como el instinto y lo poseen hasta las mujeres y los niños». El «hasta» está subrayado por nosotros intencionadamente. De ella se conservan nueve poemas.

Ibn Bassâm afirma haber leído muchos más, aunque como la mayoría de ellos eran satíricos, no quiso volver sobre los mismos. Wallâda, sin lugar a dudas, se salía de la norma, y rompía con los cánones previstos para la mujer musulmana, y, en este caso, aún a pesar de que es un ejemplo que no puede generalizarse, gozó de una «libertad» y de una «independencia» inaudita. No dudó en usar su literatura para expresar abiertamente lo que pensaba y comunicar incluso sus sentimientos más íntimos e incluso contradictorios. De hecho, dan fe de este carácter suyo, y del impacto social que causaron en la Córdoba de su época los versos que llevaba bordados en las mangas de su vestido. Con ellos, se paseaba por Córdoba.

En la manga derecha llevaba éste: «Estoy hecha, por Dios, para la gloria,  / y camino, orgullosa, por mi propio camino».  En el izquierdo, éste otro: «Doy poder a mi amante sobre mi mejilla / y mis besos ofrezco a quien lo desea». Sin lugar a dudas, una relación que marcó la vida de Wallâda y su poesía, fue la que mantuvo con el poeta Ibn Zaydum, uno de los grandes poetas cordobeses de su época. Constituye ésta una de las historias de amor más interesantes y cuyo trágico final, llevó al poeta a exiliarse de Córdoba y acogerse al mecenazgo que Al-Mu’tamid ejercía en la corte abbadí de Sevilla. «Cuando caiga la tarde, espera mi visita, / pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos; / siento un amor por ti que si los astros lo sintiesen / no brillaría el sol, / ni la luna saldría, y las estrellas / no emprenderían su viaje nocturno». A los que Ibn Zaydum respondía con poemas como éste: «¿Responderás a quien te invoca? / ¿Curarás a quien se te queja? / Oh, tú, que estás siempre cerca de mí aunque te alejes, / que estás presente aunque te ausentes. / ¿Cómo voy a olvidarte / yo, que me adorno con tu amor? / Eres una suave brisa, / que penetra en los corazones».
Aquel amor acaba a causa de los devaneos que Ibn Zaydum tiene con una esclava negra de la propia Wallâda. «Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros, / no habrías escogido ni amarías a mi esclava; / has dejado una rama donde florece la hermosura / y te has vuelto a la rama sin frutos. / Sabes que soy la luna llena, / pero, por mi desdicha, / de Júpiter estás enamorado».
Así se expresa la poetisa traicionada en sus versos. Lo cierto es que la separación se consuma. Excepcional debió ser esta mujer que tan honda queja produjo en el poeta que no supo valorarla y que torpemente se alejó. Lo cierto es que Wallâda terminó con el visir Abû Amir ibn Vaduz. Vivió muchos años, al parecer ochenta, seguramente siempre bajo su protección. Murió según Ibn Baskuwal -aunque hay versiones distintas- cuando Córdoba entraba en su ocaso y el hijo de Al-Mu’tamid, intentaba defenderla del ataque almorávide; «era el miércoles 2 de safar de 484=26 de marzo de 1091». «La poesía amorosa que se ha conservado  -afirma N. Lachiri- de Wallâda, de Hafsa bint al.Hayy y de otras poetisas es más que suficiente para confirmar la libertad de la que gozaba la mujer andalusí».

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